La vuelta a los sabores reconocibles de siempre, de los que el comensal no se cansa nunca, está haciendo aflorar restaurantes que apuestan por las recetas tradicionales y una cuidada estética rústica o vintage que crea el marco perfecto y cálido para degustarlas.
Buen ejemplo de ello son estos tres restaurantes, muy diferentes pero que miran al pasado con la vista puesta en el presente: cocina de mercado, recetas actualizadas, tapas y platillos para compartir, cocina ininterrumpida y precios comedidos, con interiorismo muy cuidado.
El Sortidor de la Filomena Pagès: la nueva vida de un histórico del Poble Sec
El Sortidor (Pl. del Sortidor, 5) es uno de los establecimientos más emblemáticos de Barcelona, con sus más de 100 años de historia dando de comer y beber a vecinos y visitantes, y único en su especie, con su fachada modernista original de 1908.
Ahora este histórico rincón del Poble Sec revive como El Sortidor de la Filomena Pagès, en memoria de la abuela de una de las nuevas propietarias del restaurante, Lídia Aymar, que junto a Marc Fité y David Sanmartin lo adquirían a primeros de año para devolverle su esplendor.
Manteniéndose prácticamente intacto, el local ha recuperado su esencia de «lugar donde se da de comer”, ofreciendo cocina barcelonesa y del barrio, con pinceladas de imaginación y diversión, en un entorno lleno de historia.
Mesitas de mármol, techos altos y una pequeña barra justo junto a la centenaria nevera hecha a medida en los muros del edificio crean una agradable atmósfera cálida, casera y nostálgica. Un marco perfecto para disfrutar de una cocina para compartir, tradicional y basada en el producto de mercado, pero con el punto de modernidad que le da el chef ejecutivo, David Sanmartin.
Este cocinero de 28 años, formado en la Escuela de Hostelería de Barcelona y en cocinas como la de Ramón Freixa, ha diseñado una carta de platos, platillos y tapas para gustar a todos. Ofrece una amplia selección de recetas tradicionales, que presenta con un punto diferente y divertido que sorprende al comensal. «La idea es que los clientes coman un plato que en casa no sería tan fácil de preparar”, explica el chef.
La Antoñita: comiendo en una antigua jaboneria
En La Posada del Dragón, en pleno corazón de la madrileña Cava Baja (nº 16), se encuentra La Antoñita, un espacio que en en su día la jabonería mas importante de Madrid. Hoy es es el restaurante del hotel, con el que comparte barra y corrala-terraza.
En una casona antigua y completamente reformada permite picar algo informal, comer o cenar en su restaurante decorado de azulejo, forja y madera, o si se prefiera una terraza, cenar en la corrala, el antiguo pase para las caballerizas.
El local, con una decoración bohemia y respetuosa con el valor histórico del edificio, mantiene infuso parte de sus suelos transparentes para poder contemplar la muralla del Madrid medieval.
La Antoñita es un restaurante de aire divertido y cocina basada en producto de mercado. En su carta, platos como el Crujiente de rabo de toro, el Trampantojo (especialidad de la casa), la Ensaladilla rusa de 1864 o las croquetas Tigre, sin olvidar los Mejillones escabechados, el Bacalao con callos a la madrileña o la Espuma de crema catalana. La cocina abre ininterrumpidamente desde las 14:00. Su máxima lo dice todo: “llenar nuestro estómago sin vaciar nuestro bolsillo”.
En definitiva, platos clásicos, tapas y cócteles en la taberna chic de una posada reconvertida en hotel de diseño.
Corchos: cocina tradicional en Barcelona, apta para todos los bolsillos
El restaurante barcelonés Corchos apuesta por una cocina «hecha con amor», que se basa en productos de proximidad procedentes de proveedores de confianza. Con ellos se cocinan al momento montaditos, platillos y platos con la mejor materia prima.
Los productos son seleccionados con cuidado de cada zona de España: las verduras y hortalizas de El Prat, las anchoas del Cantábrico o el pulpo de Galicia. “Nuestra máxima es mimar artesanalmente cada producto, respetando sus propiedades y su sabor original”, es uno de los dogmas de Corchos. Prueba de ello es la parada de mercado situada en la entrada del local, que muestra a la vista del cliente los mariscos, los pescados y las carnes que llegan a diario al restaurante para surtir a una cocina de horario ininterrumpido.
Algunas de las especialidades de Corchos son los «huevos corchos», las frituras de pescado, los montaditos con foie mi-cuit, los calamares, las alcachofas fritas laminadas y los platos de carne con materia prima de crianza propia. En repostería, con elaboraciones totalmente caseras, destacan la tarta de chocolate, la tarta de queso o el roscón a la crema catalana. Todo ello enfocado a un público local, aunque por ubicación es inevitable que atraiga también un target turístico y extranjero.
La bodega de Corchos es tan amplia como el local, que ocupa dos plantas (una reservada a grupos o eventos especiales). Las referencias provienen mayoritariamente de D.O. españolas y sus precios se sitúan a partir de los 10 euros.
Con su interiorismo en madera de pino restaurada por el equipo de interioristas, Corchos evoca con sencillez un ambiente rústico en pleno centro urbano de Barcelona.