Si hay un sector al que le haya afectado especialmente la situación provocada por el coronavirus es el hostelero, ya que bares, restaurantes y locales de ocio han tenido que operar con importantes restricciones horarias y de aforo, e incluso durante ciertos periodos ni siquiera han podido abrir, tal y como ocurrió de marzo a junio del año pasado, y en la mayoría de comunidades también de manera intermitente desde octubre hasta prácticamente la primavera.
Con las medidas restrictivas existentes, y con la espada de Damocles del cierre pendiendo permanentemente, muchos propietarios de negocios de hostelería se han planteado a lo largo de estos meses si les compensa abrir sus locales, máxime si se tiene en cuenta también que prácticamente no han recibido ayudas directas de las administraciones, exceptuando las de algunas comunidades que en todos los casos han sido consideradas como insuficientes por las asociaciones de hosteleros.
Además, las que están actualmente vigentes del Gobierno central tienen un carácter finalista, ya que están destinadas al pago de deudas contraídas por los negocios (proveedores, arrendadores, salarios, etc.) pero no a ayudar directamente a que los establecimientos hosteleros se mantengan abiertos.
El alquiler de los locales, un hándicap
De ahí que las dudas sobre seguir con la actividad con tantas limitaciones sean perfectamente lógicas, teniendo en cuenta todos los gastos que comporta tener abierto un local de hostelería. Comienzan con el propio alquiler del mismo, cuyo precio no varía por imponderables como la existencia de una crisis sanitaria, si bien es cierto que algunos arrendadores se han avenido a rebajar el coste de las mensualidades o incluso a condonarlas en los meses de cese de actividad, pero esto ni mucho menos ha sido algo unánime y además es difícil de mantener cuando se tiene el negocio abierto.
El coste de los suministros y del género
A ello se suma el coste de los suministros de agua, luz, etc., que en algunos casos ni siquiera se mitiga por estar funcionando a medio gas, ya que por ejemplo las cámaras frigoríficas deben seguir operando igual para garantizar la óptima conservación de los productos. Y los problemas que hubo cuando se sucedían las olas de la pandemia y se obligaba a cerrar abruptamente la hostelería, haciendo perder a los hosteleros mucho dinero en género perecedero al que no se podía dar salida.
A todo lo anterior hay que añadir el pago de las cuotas preceptivas a la Seguridad Social o el IVA para Hacienda, o los impuestos y tasas municipales que puedan estar vigentes (algunos ayuntamientos han condonado algunas, como por ejemplo el relativo al uso de las terrazas).
Algunas fórmulas para rentabilizar seguir abiertos
Por ello es muy complicado mantener un negocio de hostelería abierto aun en fase de desescalada, si no se permite el consumo en barra y los aforos interiores están muy limitados, aunque para paliar este problema muchos hosteleros han ensayado fórmulas como intentar organizar varios turnos de comidas o limitar el tiempo de uso de las terrazas por parte de los clientes.
Ante este panorama muchos propietarios que querían mantener abiertos sus negocios han optado por pedir un préstamo, con la vista puesta en poder «capear el temporal» ahora y aguardar a los buenos tiempos que se prevén para el sector una vez que se acabe la crisis sanitaria.